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Mensaje por Kunn Dom Ago 01, 2010 10:52 pm

Bueno de siempre me ha encantado escribir relatos y poesías, aquí dejo un relato cortito:


-''El indicador decía :<<CON NIEBLA NO SE DETENGA>>, pero la niebla llegó a ser tan espesa que detuvo cuidadosamente su coche ...'' -Leí en voz alta -Me encanta esta parte de la historia, ¿a ti no?
-Eh... No sabría decirte Mara. Las historias tan predecibles no me van. Además, ¿cuántas veces te has leído ese libro?¿siete?¿ocho? -Añadió con una sonrisa.
-Mensaje captado -Contesté con una mirada de fingido odio.

Llevábamos todo el día y parte de la noche leyendo juntos. Desde que a Elías le dieran las vacaciones en el instituto, no tenía mayor trabajo que encargarme de la mansión. Por eso, decidí salir al balcón y volver a observar el pequeño pueblo que se extendía ante mis ojos : Combarro.
Era medianoche, la luna brillaba plenamente en una noche despejada. Desde mi perspectiva, parecía que me encontrara contemplando un pueblecito medieval aislado entre la naturaleza. El tiempo no pasaba por allí. Los húmedos tejados de las casas construídas en la roca reflejaban vivamente la luz del astro y delimitaban de forma precisa aquella playa con forma de media luna. El puerto no se podía ver, pero me lo imaginaba como siempre, lleno de pequeños barcos y botes amarrados; lo que sí podía ver era la luz de algún lejano faro que llamaba a casa a aquellos marineros adentrados en la mar que tanto ansiaban volver a ver su hogar.
Decidí meterme dentro e irme a la cama, ya era tarde. Fui hacia Elías pero al ver que estaba durmiendo, le tapé con una manta y me fui a acostar, ¿cuánto tiempo llevaba fuera contemplando el pueblo para que se durmiera?. No lo sé.
Al principio, la noche fue tranquila pero después empezó a llover torrencialmente y mis tranquilos sueños cambiaron. Me vi a mi misma conduciendo un coche, a mi lado estaba Luis con aquella mirada tan pícara, tan hermosa y tan única que me decía ''Te quiero''. Repentinamente la imagen cambió, me veía de negro, delante de una lápida que ponía :<<Luis Hernán García. Nos sentimos solos sin ti>>. Las lágrimas caían, por mi rostro abrasándome la piel, ojalá hubiera muerto con él, pensaba. La imagen volvió a cambiar, ahora andaba empapada por una callejuela estrecha cuyos adoquines irregulares estaban en su mayoría cubiertos de un verdor que se extendía por doquier, era Combarro. Al seguir adelante por aquella calle, resultó que daba a una pequeña plaza en cuyo centro se alzaba un monumento con forma de cruz y con un cristo. La puerta de un pequeño bar que hasta entonces me había pasado desapercibido se abrió, y de ella salió un hombre que me invitaba a guarecerme del temporal. Otro cambio, ahora era una conversación con la dueña del bar y yo:
-...si busca un lugar para trabajar, en la mansión de los Castro necesitan una asistenta del hogar y un profesor particular para su hijo, que va mal en los estudios.
-¿En serio?.Me vendría fenomenal, supongo que con el sueldo me podría pagar una habitación en su casa.
-No se lo recomiendo.
-¿Por qué?
-Según dicen- dijo mientras se inclinaba hacia mí -en la casa hay fantasmas. Antiguamente la mansión era una iglesia medieval hasta que el señor José María de Castro, la compró hace años y la reformó. Pero antes de eso, la iglesia llevaba años abandonada en el bosque, porque decían que sobre 1727 hubo un inmenso incendio en el pueblo y todos decidieron resguardarse allí, de nada sirvió. Prácticamente la iglesia quedó destruida y casi todos los aldeanos murieron calcinados; por eso, en el pueblo se construyeron los cruceiros como aquel que hay en la plaza y que sirven para protegernos de las almas en pena de los campesinos en las oscuras noches gallegas...
-Pero eso son sólo supersticiones,¿no? -La corté sin querer. Nunca había creído en fantasmas.
- Supongo -contestó enigmáticamente y siguió con su relato -pero la mansión está de tal forma que los cruceiros la rodean. Ningún alma puede entrar o salir de allí, por eso pasan cosas raras y se dice que está embrujada. De todas formas, esto son simples habladurías. La mansión de los Castro es magnífica y son muy buena gente.
-Seguro que lo es...
La imagen cambió, me encontraba caminando cuesta arriba en un sendero vadeado por una naturaleza de un verdor exuberante. Era un día soleado en Combarro. El sol me cegaba. Llegué a una encrucijada y en ella había un cruceiro, era la Virgen del Socorro. Los años habían pasado por aquella estatua, pero en conjunto con la naturaleza que la rodeaba, me recordaba a una época en que la magia existía y el mundo emanaba vida por los cuatro costados.
Llegué a la mansión de los señores de Castro. Era imponente. La fachada era de piedra y entre ellas, hilos verdes cargados de florecillas blancas trepaban por las paredes. Estar enfrente de la casa me producía una sensación de pequeñez tremenda, pero había algo más. Poseía un halo de secretismo, de misterio y estraña familiaridad.
Decidí meterme dentro y pedir el trabajo que tanto necesitaba. Llamé a la puerta y una mujer de aspecto delicado me abrió. El interior de la mansión me impresionó aún más. En cada rincón se podía ver un objeto de plata, madera o bronce exquisitamente labrado, pero eso sí, todo estaba recubierto de una gruesa capa de polvo y telarañas. Por el aspecto debían de haber pasado años sin estar allí. Enfrente mía había unas escaleras de piedra que daban al piso superior.
El hambiente medievo me envolvió. Quería descubrir cada rincón de aquella casa hasta que Elías apareció. Un intenso dolor me sacudió las entrañas. Era la viva imagen de Luis, el pelo oscuro y revuelto, los ojos grises y ese toque de misterio y chulería tan propios de él. Había huído de Madrid para no recordarle más, y ahora aparecía Elías...Me quedaría, y así tal vez lo superaría. La imagen se empezó a volver borrosa. Ya no estaba en la casa, estaba en la playa con forma de media luna. El agua de la ría bañaba mis pies. Estaba sentada en el suelo y el aire mecía mis cabellos. Tenía los ojos cerrados e intentaba recordar la cara de la única persona que verdaderamente había llegado a mi corazón, Luis, cuando de improviso apareció la cara de Elías y súbitamente me desperté.

Me incorporé tan rápido que me mareé. Hasta después de unos segundos no me di cuenta de lo que mis oídos percibían. Era el órgano de la iglesia, que aún se consevaba y del cual Elías se ocupaba. Ya le había oído tocar antes, pero aquella noche su música tenía un matiz melancólico.
Cogí una lámpara de aceite y léntamente fui hasta el ala oeste que daba a la sala del órgano. Había momentos en que la melodía se volvía dulce, otras furiosa y otras efímera, sin embargo, el conjunto era espectral.
Llegué a las gruesas puertas de roble que daban a la habitación del órgano. Nada más tocarlas, un escalofrío me recorrió la espalda. Había algo dentro de aquella estancia que me asustaba. Con un ruidoso chirrido abrí la puerta y una nube de polvo y recuerdos me recibió.Todo estaba cubierto con velas chorreantes de cera y entre aquella mortecina luz estaba Elías, tocando el instrumento como alma en pena.
El ambiente me atrapó. Las tinieblas que se arremolinaban en cada rincón, la titineante luz de las velas, aquel músico tocando una melodía única que parecía sentimiento puro y por último la sensación de extraña familiaridad; me hizo sentir cosas que hasta aquel momento me había prohibido volver a sentir: la necesidad de alguien.Pero también necesitaba sincerarme con Elías, quitarme de encima la coraza del olvido, y él se dio cuenta de ello. Siempre había sido receptivo, quizás demasiado.
-Te recuerdo mucho a él,¿verdad? -parecía más una afirmación que una pregunta; la música se volvió más suave -Sabes, quiero sincerarme contigo Mara, pero temo que huyas como hicistes con lo de Luis.
-¿Qué sabes tú de Luis? -Me dolió demasiado pronunciar su nombre en alto.
-Sé que era tu complementario, que murió en aquel accidente de coche mientras te decía:''Te quiero...
-¡Cállate! -Grité con pánico -¿Cómo puedes saber tú eso?
-Porque él mismo me lo ha dicho -Contestó tranquilamente.
Me estaba empezando a asustar. No lo podía creer, pero había algo en su manera de decirlo que me hacía cuestionar si eso era posible.
-Él está muerto.
-En este mundo, pero quiere que sepas que cuida de ti, que aún te ama y me ha pedido que cuide de ti porque... -Se levantó de su asiento y con paso decidido fue hasta mí y mirándome a los ojos. -porque Mara, y te qui...
Le tapé la boca con la mano. Era una imagen extraña. Parecía una muñeca entre sus fuertes brazos, yo a mis veintiocho años y él a sus diecisiete.
-No. No me lo digas, no quiero oirlo -Dije convenciéndome a mí misma. Sus ardientes ojos tenían la misma expresión que los de Luis y eso me mataba junto con un sentimiento que anhelaba oir sus palabras -Esto no puede ser Elías. Casi te doblo la edad y aunque seas maduro para tu edad sigues siendo un niño para mí. Además...
-Shhh....No me mientas. Una vez dijistes:''Mi hogar está donde esté mi amor, y si lo pierdo, jamás volveré a llamar a nada mi hogar''. Entiendes ya porque te resulta todo tan familiar ...
-¡¿Pero cómo puedes saber tú eso?!-Dije con tanta furia que se me saltaron las lágrimas.
-Él me lo dijo. Yo también puedo cuidar de ti como él lo hizo...
-No. No -¿Cómo se lo podía haber dicho Luis? -Los fantasmas no existen.
-Mara, esta casa está llena de ellos. Retíralo.¡Retíralo! -Un atisbo de pánico apareció en los ojos de Elías.
-No. ¡No existen!.Y tú...¿Cómo puedes hacerme esto?
Tenía que irme de la habitación. Rápidamente salí corriendo de allí, no sin antes volver a sentir aquel escalofrío. Las velas se apagaron y me quedé a oscuras, tuve que guiarme por la escasa luz de la luna que se filtraba por los ventanales.
Derrepente, oí el sonido de un aullido y otro. Lobos. Ya estaba en la puerta de la entrada cuando los ventanales explotaron y miles de diminutos cristales se expandieron por la habitación. Sin poder evitarlo grité, pero mi grito fue ahogado por una tremenda explosión en las cañerías. Un líquido viscoso empezó a caer por todos los lados. Los cortes que los cristales me habían producido, me empezaron a escocer. En un momento concreto, tuve la conciencia de pensar que aquel líquido era sangre y volví a gritar. Nunca había pasado tanto miedo en mi vida. No sabía qué hacer. Volví hacia la puerta e intenté abrirla. No podía, entonces se abrió sola haciéndome tropezar hacia delante y verlo.
La lluvia caía copiosamente sobre su rostro. Un rostro que llevaba muerto meses. Era Luis. Estaba igual que el último día, la misma ropa: vaqueros y sudadera verde con cuadros. Tenía aspecto cansado, de espectro. Mi corazón latía tan fuerte que los oidos me dolían, mi cerebro no estaba preparado para lo que iba a ocurrir.
-Te echo de menos, Cielo -dijo dulcemente.
Empecé a llorar y a hiperventilar. El oxígeno me faltaba, las piernas me fallaron y caí de rodillas al suelo. Demasiadas emociones en tan poco tiempo.
Quise contestarle ''Yo también'', pero las palabras se quedaron en mi mente mientras perdía el conocimiento.

Me desperté con el irritante pitido de un aparato.Me dolían las sienes y tenía la boca pastosa. Me incorporé y observé el lugar en que me encontraba. Era una habitación blanca con un armarito de madera en la esquina. A la izquierda de la cama había un sillón con una persona tumbada. Era Elías. Se le veía agotado, con unas ojeras pronunciadas en su cara de niño. Encima suyo estaba la ventana desde la cual se podía ver una parte de Pontevedra y más allá el mar de un tono oscuro por las horas que serían. Elías se despertó.
-¿Que tal estás?.Tienes pinta de cansada y la mirada un poco estraviada.
-Bien, supongo – No tenía fuerzas para hablar, lo dije susurrando -¿Qué hago aquí?
-Tuviste un ataque y una ambulancia te trajo antes de que estallaran las llamas en la mansión.
-¿Hubo un incendio con lo que llovía? -Pregunté con interés.
-Sí. Los bomberos dijeron que hubo un escape de gas y como la casa es tan antigua y tiene vigas, muebles y demás cosas de madera, prendió instantaneamente. Pero había algo extraño. El fuego parecía tener vida propia, y cuando le dije esto a los bomberos, me dijeron que probablemente el gas nos habría producido alucinaciones...
Alucinaciones. Dejé de prestarle atención. ¿Había sido Luis una alucinación mía?. No lo podía creer. Todo parecía demasiado real, su voz, su ropa, su mirada. Otra palabra de su conversación me atrajo.
-...al ir contigo al hospital, vi el cruceiro de la encrucijada o lo que quedaba de él, parecía que había explotado desde dentro. Ahora los del pueblo podrán contar una nueva historia, la de las almas que escaparon...


Han pasado los años y todavía recuerdo nítidamente aquella noche. Después de que me dieran el alta no volví a ver ni a saber nada de Elías. Dicen que se fue de España, en cambio, yo volví a Combarro, volví a la mansión. Ya no me inspiraba ningún sentimiento que no fuera tristeza. Tristeza de lo que había sido y de lo que sería en los años venideros.
Después decidí ir a algún lugar tranquilo. Fui a los acantilados. Era un lugar que la gente no solía frecuentar mucho en los días lluviosos y ventosos como aquel, resultaba peligroso; pero quería ir.El paisaje era espectacular, el verdor se extendía por todos los lados. El mar parecía estar en cólera, chocando furiosamente contra las paredes del acantilado; parecía querer llegar hasta mí aunque fuera imposible por las rocas. Eso me dio que pensar: los bomberos habían dicho que el gas posiblemente nos habría provocado alucinaciones, pero ¿cómo es posible que Elías supiera que ''Te quiero'' fueron las últimas palabras que Luis pronunció en vida, si yo jamás se lo había dicho a nadie?¿Fue, o no fue todo una alucinación?
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Mensaje por Proty Dom Ago 01, 2010 11:20 pm

no me lo he leido es muy largo jajaja pero viniendo de ti .... mmm .... creo que te conozco algo

ES 1 ALUCINACION XD
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