The Legend of Zelda: Spirit Tracks

La leyenda más grande (y una de las más rentables) de Nintendo nos demostró en 2009 que todavía quedaba Zelda para rato, con nuestro protagonista como un maquinista del reino de Hyrule. Spirit Traks es la continuación, aproximadamente unos 100 años después, del Phantom Hourglass, que fue la primera aventura de Link en la portátil de Nintendo, la DS.

El juego no trae mejoras en cuanto a gráficos, pero sí una historia más divertida, y en ocasiones, más seria. Retoma (en parte) las aventuras del Phantom Hourglass, con personajes como Lineback/Linebeck III, el nieto de Linebeck, el comerciante que aparece en el primer juego de Zelda de la DS; incluso aparece un guiño a Tetra, antepasado de Zelda, en el propio castillo de Hyrule.

Nuestro joven Link, del cual ya conocemos todas sus andanzas, es un aprendiz de maquinista que se presenta al examen oficial del reino para obtener el título de maquinista. En la ceremonia en el Castillo de Hyrule, la princesa Zelda le entrega una carta en la que le pide que se reúna con ella en su habitación. Tras llegar allí, Zelda le confiesa que las vías sagradas que sustentan el reino están desapareciendo. Ambos jóvenes emprenden el camino hacia la Torre de los Dioses, donde esperan encontrar respuestas sobre la desaparición de las vías. En su trayecto, las vías desaparecen y el tren descarrila. Aparecen entonces Makiavelo, el ministro de Hyrule, y su ayudante, Táligo. Ambos arrebatan a Zelda su cuerpo para poder despertar a Mallard, el Maligno, e introducirlo en el cuerpo de la Princesa. Tras despertar en el Castillo de Hyrule, y acompañado del espíritu de Zelda, Link emprende su aventura para restaurar las vías del reino, devolverle a Zelda su cuerpo y encerrar a Mallard de nuevo en su prisión.

Lo que más me gustó de este juego no fue la aventura en sí misma, si no las misiones extra para conseguir las fortianitas, que restauran vías nuevas, y los andenes y estaciones secretas. En este sentido, creo que el Spirit Tracks es mucho más jugoso que el Phantom Hourglass, aunque siguen manteniendo la tónica de un lugar sagrado donde se esconden, en este caso, las litografías que descubren nuevas zonas (en el juego anterior eran las cartas de navegación). Me refiero sin duda a la Torre de los Dioses (en el anterior el Templo del Rey del Mar), a la que hay que acceder 6 veces para poder encontrar las 4 litografías y la brújula de luz, que nos conducirá hasta el jefe final. A través de estas litografías, debemos encontrar el santuario donde aguardan los sabios que, al tocar una canción con ellos, nos descubrirán las vías hasta el templo. Una novedad importante que incluye este juego es el uso, prácticamente continuo, del micrófono de la consola a través de dos objetos primordiales: la Flauta Terrenal y el Vórtice del Viento. Con la flauta, y con cada anciano, debemos interpretar una melodía (cuyo nivel de dificultad asciende conforme avanzamos en el juego) pulsando en la pantalla táctil la flauta y moviéndola mientras soplamos. El vórtice es el primer objeto que obtenemos, y es de gran utilidad a lo largo de todo el juego, ya que es imprescindible en los 5 templos.

Con el espíritu de Zelda dentro de la Torre de los Dioses tenemos una gran ventaja: la princesa puede meterse dentro de los espectros (unas temibles armaduras tomadas por el mal que, con Zelda en su interior, nos sacarán de más de un apuro), permitiéndonos despistar a otros espectros, avanzar por la lava y encender antorchas, entre otras cosas.

Otra de las cosas interesantes que recupera del juego anterior son los tesoros (un poco distintos); podemos vendérselos a Linebeck por un módico precio o podemos fabricar con ellos piezas para nuestro tren. También aparece un viejo conocido del Phantom Hourglass, Terry y su tienda ambulante. Es lo único que no cambia con respecto al anterior, por la salvedad de que en vez de ir en barco, ahora va en globo. Aparte de la tienda de Terry, hay más tiendas repartidas por el reino, lo cual nos permite elegir entre una variada gama de productos.

Como broche final, Nintendo decidió trasladar los símbolos que aparecen en el Phantom Hourglass (que servían para abrir puertas y resolver sencillos puzles) a este juego, solo que en un orden distinto. Un guiño del que es difícil darse cuenta. Como en el anterior, disponemos también de un modo multijugador en el que se enfrentan espectros contra Links. Una buena manera de coronar un juego delicioso; además, también dispondremos de la opción de trueque, para cambiar nuestros tesoros por los de un amigo.

En cuanto a la banda sonora, Koji Kondo y sus colaboradores han logrado un trabajo excepcional, consiguiendo dejar con buen sabor de boca a todos los jugones de Zelda. Desgraciadamente no han sacado el CD con la música del juego, pero una página dedicada a Zelda (Zelda Universe) ha conseguido reunir toda la música: 143 canciones donde meternos de lleno el mundo de Spirit Tracks.

En resumen, más y mejor que el Phantom Hourglass, con simpáticos y curiosos guiños a su predecesor, con personajes antiguos que le dan encanto al juego. Horas de encanto, diversión y disfrute.