1º concurso literario de Tokitaku (EditadoII) RESULTADOS

LLUVIA DE SANGRE

Las calles estaban desiertas. La lluvia mojaba todo y hacia relucir la luz de las farolas en los charcos. Una chica, con un vestido blanco como la nieve, corría rápidamente descalza. Miraba hacia atrás con desespero y angustia. Se paró en seco. Se toco el cuello y palpó dos heridas sangrantes. Preocupada, volvió el rostro hacia delante y se topo con él.

El vampiro que la había perseguido. Alto. Rubio de pelo largo, de ojos azules como el cielo y una piel fría, tan fría como el hielo, tan fría como la lluvia que los mojaba y hacía que ella temblara de terror. La miró con ternura. Ella se relajó. El vampiro aprovechó su momento de debilidad para aferrar su rostro con firmeza. Ella jadeo. Suavemente acercó su rostro hacia el de ella y la besó. Primero suavemente, después de forma mas apasionada. Ella se entregó entera, sin oponer resistencia a esa fuerza, a ese hombre.

El vampiro comenzó a bajar su mano, rodeando de forma sinuosa las curvas de la muchacha, como el vestido mojado se pegaba a su cuerpo y dejaba entrever su pecho, redondo con sus pezones en punta. Ella se estaba excitando, mientras sentía como la mano del vampiro bajaba por su tripa, llegaba a los muslos y la alzaba en el aire para situarla encima de su cadera. Sus labios se separaron, una sonrisa pícara se poso en el rostro del vampiro. Poso a la muchacha en el saliente de una ventana cercana. La apoyo contra la pared. Y comenzó a besar sus manos, sus brazos, hasta que llego al cuello, donde ignoro las marcas que él mismo le había provocado. Sin previo aviso, llevo una de sus manos hacia la entrepierna de la chica, lo que hizo que esta abriera los ojos de par en par y comenzara a gemir de placer. El vampiro sabia lo que se hacia y mientras manipulaba el clítoris de la joven con una mano, con la otra, acariciaba su rostro, su pelo, sus labios… y la besaba apasionadamente. Justo cuando la muchacha llegó al clímax y ya gritó de puro placer pese al beso del vampiro, este se dirigió a su cuello, palpo la herida con su lengua y volvió el beber el líquido que le daría más vida, más poder, mientras que a ella le quitaría todo lo que tenia.

Cuando el cuerpo de la joven yacía inerte en el saliente el vampiro la miró, con pena en sus ojos azules como el cielo que hacia años, siglos que no veía. Pensó, como la vida de algo tan bello como aquella muchacha podía servir de alimento a un ser como el. Pero así son las cosas. El vampiro se deshizo de su ropa y dejo que la lluvia, que aún bañaba las calles, cubriera su cuerpo, y le quitara esa sensación de culpabilidad. Tiró su camisa blanca manchada de sangre al suelo, se despojo de su pantalón y revolvió su cabello al mismo tiempo que las gotas terminaban de mojar las partes más intimas de su cuerpo vampírico.

Volvió la cabeza hacia atrás de nuevo. Recogió sus ropas. Y caminó calle arriba, camino de su guarida, como un fugitivo cualquiera en la noche, como el asesino que era. Pero él era inmortal, se dijo, alzo la cabeza hacia el cielo y susurro con su voz melodiosa:
- Soy Alexander…

El Principe de la rosa negra

Esta es la historia de un reino lejano en el cual, un rey y una reina vivían tristes porque no habían tenido hijos, sólo hijas, que no podrían más tarde ocupar el trono. Además, ninguna de ellas quería casarse. Desesperada, la reina invocó a los espíritus del bosque, para que acudieran en su ayuda, y le permitieran dar a luz a un hijo varón, tan bello que todas las mujeres cayeran rendidas a sus pies, y tan bueno que hasta los dioses admiraran su benevolencia. Sus plegarias fueron escuchadas, y la reina de las hadas, que era la reina de la bondad, se apiadó de ella y se le apareció.

-Buena reina, te concederé tu deseo, porque sé que tu dolor es verdadero. Pero has de saber que a pesar de su belleza y bondad, tu hijo será siempre infeliz.-la reina, demasiado extasiada de ver su deseo realizado, no escuchó la advertencia de la reina de las hadas, y volvió al castillo, feliz. Al cabo de unos meses di a luz a un niño de una belleza tan pura como la luz del sol, con los cabellos del color del trigo recién segado, y sus ojos de un azul tan cristalino como las aguas de un manantial. Era el bebé más tierno y hermoso de todo el reino. Los reyes eran muy felices. Según fue creciendo, el joven príncipe mostró una sabiduría, justicia y bondad sin límites. Jamás hubo unos padres tan orgullosos. Pero el joven príncipe nunca sonreía. Nunca jugaba con sus hermanas, ni se veía feliz al admirar los pájaros, ni al cabalgar por el bosque. Siempre serio, el príncipe era desdichado. La reina, triste de ver así a su amado hijo, acudió de nuevo al bosque, gritando y llorando. La reina de las hadas se le volvió a aparecer.

-¿Qué te sucede, reina? Te di lo que deseabas. Tu hijo es bello y bueno.

-Pero es infeliz. No sonríe jamás.-la reina de las hadas se encogió de hombros.

-Te avisé. No se puede tener todo, y mi poder no es ilimitado. No puedo ayudarte esta vez.- y desapareció entre las copas de los árboles. La reina se vio obligada a volver al castillo, con las manos vacías. Los años pasaban, y el príncipe era cada vez más hermoso, y bueno con todo ser viviente. Pero el sufrimiento se reflejaba en sus grandes ojos como zafiros, aunque él nunca dijo nada.
Un día, cuando tenía 18 años, que salió a cabalgar por el bosque, oyó una voz dulce que le habló desde arriba:

-¿Qué te sucede, joven príncipe, que a pesar de tener belleza, riquezas, y el amor de una familia que te adora, sufres en tu interior?-el príncipe alzó la vista, y vio a la más hermosa de las jóvenes, apostada en lo alto de un cerezo en flor. Sus cabellos eran largos y negros, y sus ojos grandes y marrones rezumaban picardía.

Él se bajó del caballo, extasiado por la belleza de la joven.

-Mi tristeza se debe, bella muchacha, a que a pesar de todo eso que has mencionado antes, me sigo sintiendo vacío en mi interior. Pero dime, ¿quién eres tú que apaciguas mi corazón al mirarte y alegras mi alma?-la princesa de las hadas, el hada de la oscuridad (pues era ella), bajó del árbol. Sus pies descalzos rozaban las hojas del suelo, y su cabello flotaba a su alrededor. Se acercó a él, y depositó una rosa de color negro en sus manos.

-Soy la que estabas buscando, soy lo que le falta a tu vida, y sobra a tu alrededor, soy la maldad, la picardía y la traición. Siempre has vivido cegado por la luz, y de esta forma, nunca la has apreciado. Guarda siempre esta rosa contigo, pues es la otra parte de ti.-dicho esto, el hada besó dulcemente los labios del joven, y desapareció en la oscuridad del bosque, dejando al príncipe con la rosa en la mano, y una sonrisa en los labios.
Y desde ese día, el príncipe dejó de ser tan perfecto, pero era feliz, aunque su inmensa bondad seguía ahí. Se casó con la más bella de las princesas y guardó la rosa negra con él, hasta que un día se dio cuenta de que no la necesitaba. Las hadas aún velan sobre sus descendientes, como lo hicieron con él.

La Llama de la ira

Esperanza, fuerza, valor, honor... Hermanos mios, nos encontramos aquí, en este campo de batalla, junto a los cadáveres de nuestros amigos, junto a los restos de las vidas que antaño poseíamos. Cada uno de nosotros tenemos un pasado, una vida que viviamos en tiempos mejores, antes de esta maldita guerra... Jóvenes y ancianos. Niños y adultos, ahora todos valemos lo mismo, todos usamos un arma, todos hemos matado, y todos hemos llorado la pérdida de alguien. Hemos visto nuestras tierras devastadas por el enemigo, nuestras casas arder, todo por lo que hemos trabajado desmoronarse. Nuestros seres queridos han muerto, y aquellos que aún viven, malviven en un campo de refugiados.

Éste que sostengo entre mis brazos era mi hijo, ellos mataron a su madre, y he tenido que verle morir. Aún tengo su sangre en mis manos, en mi pecho y en mi cara. Lo que un dia fue mi vida ellos me lo robaron. Esta absurda guerra ya ha ido muy lejos. ¿Debemos dejar que esos bastardos sigan sangrando a este mundo?¿Debemos permitir que lo que ahora sentimos nosotros lo sientan otros?

Hermanos, escuchad a vuestro corazón, a esas ansias de venganza, a ese sentimiento de dolor que nos destruye por dentro, escuchad la voz de ese guerrero que quiere derramar la sangre de sus enemigos para redimir a sus camaradas muertos.

Escuchad esa voz, escuchadla y matdla, destruidla. No luchamos por venganza, no luchamos para matar. Luchamos para proteger a los que queremos, para proteger a nuestro pueblo y a nuestra gente. Luchamos para que esta guerra termine, para que este sentimiento de ira se disipe...

¡Que ondee alto nuestro estandarte! El Sol es nuestro conmandante hermanos, no lo olvideis. Luchamos en nombre de las almas que aún confían en nosotros. ¡Que suenen fuerte nuestros cuernos de guerra! Empañaremos el cielo con la sangre de nuestros enemigos. Alzaremos nuestro grito más allá de los cielos, allí donde nuestros destinos son escritos, para forjarlos en las llamas de la guerra. Hemos elegido un camino de muerte por aquellos a los que amamos. ¡Hagamos justicia a esa senda y salvemos lo que nos queda!

Amigos míos, a nosotros nos unen lazos mas fuertes que los de sangre, nos unen los lazos de la guerra. Empuñad vuestra arma con valor, con honor. Mirad a vuestro enemigo a los ojos cuando le mateis, y cuando os llegue la hora, mirad a la muerte a la cara. No os rindais, somos lo que somos, somos los guerreros de nuestro pueblo. Hermanos, levantaos, levantad vuestra arma y marchad para defender a los que quéréis. Juntos, y solo juntos ¡Ganaremos esta guerra!

Tik tak.

Creo que no había tenido en cuenta el sonido de las agujas del reloj en mucho tiempo, incluso ahora pienso que nunca había notado lo realmente valioso que era ese sonido, para tantas personas, lo valioso que debería de haber sido para mi. El tiempo, tiempo era lo que me faltaba. Mientras notaba el sabor de la sangre en mi boca y su vez como corría la vida hacia mis labios. Tiempo.

Cuando aún estaba viva, había veces que lo pensaba, incluso llegué a proferirlo en voz alta. Valoráis demasiado el sonido de la arena al caer amontonada, estáis sobrevalorándolo. Ellos me miraban lastimosos, lamentándose por mi, fría insensible que no conoce el amor.
Aún recuerdo cuando quería que se adelantara, que pasara deprisa. Miraba a la puerta, meneando el rabillo, esperando que aquella persona, atravesara el umbral, dejara caer las maletas, y abriera sus brazos para siempre hacia mi.

Aunque supiera que nunca ocurriría. Brazos que ahora me abrazaban.

Tonta. Persona tonta. Como me gustaría recuperar aquello que había dejado en manos del destino, dejado pasar como si se tratara de basura. Había perdido demasiado la cabeza, mi niñez, mi juventud. Siempre escondiéndome detrás de algo imposible, que únicamente llenaba mis ganas de sentir lo imposible, lo prohibido.

El sabor de la sangre inundaba todos mis sentidos mientras cerraba la mano en torno al lado derecho de su espalda, seguramente arañándolo. Seguramente ahora nada le podía doler más que la propia muerte. Mi mano derecha se deslizo hacia su cara, mientras pronunciaba algunas palabras sin sentido que lamento haber olvidado. No pensaba que pasaría esto, no le tomé la importancia necesaria, nunca he tomado lo que realmente debía de tomar en cada momento. Ahora es tarde para lamentarse. Tarde.

Tardé demasiado en tomar aquella curva. Si aquello que en ese momento tenía lleno de sangre se hubiera dejado de mover, trasformando el aire en zafios gritos, podría estar viva ahora.

Llevaba una relación a distancia desde hace varios años con un hombre casado. Me sacaba quince años, pero aún así, había caído como una estúpida a sus brazos, una y otra vez durante temporadas inestables, pero al fin y al cabo cinco años. Él decía que me amaba, pero lo nuestro era imposible, esta vez era definitivo, nunca iba a dejar a su familia, no dejaría a su mujer.

En realidad yo ya lo sabía, pero la esperanza es ciega y el amor, mi amor, había perdido ambos ojos, los tímpanos, la lengua y estaba un poco cojo. Ahí le terminaron de mutilar, arrancándole el corazón. Cinco años alimentando esperanzas vacías.
Mientras me quejaba de mi suerte, maldiciendo aquello que nunca conseguiría, camino del aeropuerto para que volviera con su vida idílica, un todoterreno se saltó un stop, al mismo tiempo que mi habilidad para reaccionar fue nula.

Yo descendía mi cabeza una vez más para besarle por última vez. Una sombra negra cayó al tiempo, llevándose el resquicio de vida que le quedaba.
En la lectura del testamento mi nombre resonó como un trueno….

Dame

Dame una ilusión y te daré una ciudad, dame un sueño y te daré un mundo, dame una vida y te daré un universo… pero si me das tus ilusiones, tus sueños y tu vida, los guardaré como un tesoro para que nada ni nadie pueda estropearlos.

Y es que ahora me encuentro como aquel triste hombre que un día encontré en un cuento corriendo por un siniestro y mágico bosque buscando a su bella y dulce dama de cabellos dorados, que no resulto ser más que un rayo de luna…

Una vez la vio en un lago, donde ni su reflejo en las cristalinas aguas, era capaz de reflejar la belleza más que sobrenatural que irradiaban sus brillantes verdes ojos… Un rayo de luna convertido en carne humana.

Y el hombre, fascinado ante aquel sobrecogedor espectáculo, no fue capaz de dejar de pensar en ella y así aquel triste mortal paso su vida encerrado en aquel bosque con la única esperanza de volver a ver a su rayo de luna… Se convirtió en un pobre iluso perdido en dos ojos verdes los cuales le producían una muerte bella y trágica a la vez que caprichosa por poder morir frente a tal hermosura…

Y es que ahora me encuentro como aquel triste hombre observando esta luna de cuarto creciente que apenas acaba de tomar su forma hace un par de noches, esperando volver a encontrarme con mi rayo de luna que eres tú… Y perderme en la inmensidad de tus dos hermosos marrones ojos sin miedo a perderme en su profundidad, sin miedo a ahogarme, aferrado a mi rayo de luna… aferrado a ti, dándome seguridad y la mayor reconfortación que jamás he sentido con nadie antes… Sin miedo a no saber ni siquiera quien soy o donde estoy, pues sólo me importa quién eres tú y si estas a mi lado…
Sólo puedo decir que tu eres mi rayo de luna que ilumina mi lúgubre noche en la que se había convertido mi vida…

Y, por desgracia, ahora te encuentras lejos de mí perdido en la inmensidad de la ciudad. Pero si aquel cuento que de niña escuché sobre un loco estúpido que buscaba un rayo de luna me enseño algo, es que la vida merece la pena si luchas por encontrar lo que quieres. Ni siquiera recuerdo si aquel cuento tenía un final feliz o, por el contrario, el hombre siguió mirando a la luna como un loco… Pero para este cuento el único que puede decidir un final eres tú… mi propio y particular rayo de luna…

Dame una ilusión y te daré una ciudad, dame un sueño y te daré un mundo, dame una vida y te daré un universo… pero, por favor, dame tus ilusiones, tus sueños y tu vida… y los guardaré como un tesoro, para que nada ni nadie pueda estropearlos… hasta que tus ilusiones y tus sueños sean tu realidad… y tu vida… sea yo…