Amor de sí

Las pequeñas cristaleras alumbraban el altar, resaltando la naturaleza de las dos figuras que allí se encontraban. Una, representación de un mártir de otra época, colgaba con gesto benevolente de una cruz; la otra figura oraba arrodillada ante el profeta, ataviada con los ropajes típicos de un licenciado teólogo; a pesar de que su espíritu vestía los ideales de una época que aún no existía. Guillermo, que es el nombre del héroe de esta historia; rezaba a su Dios, un Verbo para el cual todo es presente, que borrara su omnipresente huella de la historia, pues todo lo que provocaba conocer el desconocimiento de su Ser era la exaltación de los valores más perversos del hombre: la ambición y la gula, en todas sus formas.

Mientras esperaba a sus jueces recordaba, y se esforzaba por grabar a fuego en su memoria, la última escena en la que había sentido –y sentiría- que Dios podía ser Amor; y lo hacia con lagrimas de decepción en sus ojos:

Con profunda admiración miraba los ojos de su esposa, Sophia, y de su recién nacido hijo; que con sus manos parecía querer agarrar la vida en el aire, aunque quizás sólo quería agarrar a su madre, temiendo lo que le iba a pasar.

Sophia: Mi tío nunca permitirá esto, ni nadie del clero, ¿Qué hemos hecho Guillermo? Lujuria, ¡Lujuria! El fuego y el castigo eterno es todo lo que nos espera. ¿Y este hijo? Del pecado sólo el anticristo puede nacer, estará marcado; mejor seria matarlo.

Guillermo: ¡Ni hablar!¿Lujuria? Debidamente casados estamos ante los ojos de Él; y con amor nuestro hijo ha sido engendrado, pues si algo tengo hacia vosotros es el Amor que ya no proceso por lo que creía. Todos hablan de castigo, y Dios habla de redención¿Qué hemos hecho? Seguir nuestro corazón, nuestra naturaleza; nada más ¿Qué arcano he violado? Si Dios nos dio los sentimientos es para que los utilizáramos, nada hay de vergonzoso en la naturaleza del hombre; o yo no alcanzo a verla.

Sophia: Hablas como un necio

Guillermo: Hablo como un amante, quizás sea lo mismo. Pero no te apures, que sobre ti espero que poca pena caiga; iré presto a Notre Dame, deseo que sobre mi toda pueda recaer, a ti sólo te costara la expulsión; espero que puedas criar a nuestro hijo, y que no olvides el nombre de su padre. No hay espacio para nosotros en este siglo, ¡Ojala aceptaran los demonios todo mi saber a cambio de hacer posible nuestro amor! Pero nunca lo aceptarían, nunca hacen un trato que les reporte perdidas. Adiós amada, y adiós hijo. Si algo no me podrán quitar nunca son mis recuerdos, y allí vivís vosotros hasta que me reclame la muerte.

Con un suave beso se despidió de ambos, y fue a cumplir su palabra

La luz de la puerta ilumino la santa iglesia, hacia él venia su funesto destino, pero el final de nuestro héroe es indiferente; o al menos para él lo era.

No eres muy amigo del clero por lo que veo, no obstante, ajeno al debate que ello conllevaría me enorgullece dar mi más sincera aprobación a esta espléndida narración. Sigue así caballero, no me canso de leerte.

*w* me ha encantado zero, como ya dije adoro como escribes y como transmites y ademas añado que me encanta esa foto de Notre Dame *w*

Zerillo que gran relato ^-^ Escribes geniall ^-^ Espero el siguienteee y me debes una explicación ^^

Tio poner esa foto ha sido un buen acierto^^. El final me ha encantado.